La única forma de sobrevivir en la sierra peruana: trabajar juntos
Carmen y Delicia son el fiel reflejo de la efectiva cooperación norte sur. Carmen Parrado, misionera y cirujana española, llegó a Perú en los 80 buscando ayudar. Delicia Coronado, fundadora junto a Carmen de la Escuela Campesina de Educación y Salud, fue la pinza perfecta para poder llevar a la práctica esta intención de ayudar.Ambas llevan 24 años trabajando por y para los campesinos de la frontera norte de Perú
Para llegar hasta la sede de Escaes hay que recorrer casi cuatro horas en coche por caminos de tierra desde el municipio de Piura hasta el pueblo de Ayabaca, enclavado en la sierra, entre la montaña y la niebla.
En la época de lluvias el bosque seco que ahora atravesamos, lleno de ceibos que parecen salidos de un cuento para niños por sus divertidas formas, se convierte en verdes montañas. Pero la lluvia también hace que la tierra empiece a correr por las montañas y tape los caminos.
En los días de niebla, si cae la noche, los coches no pueden transitar a más de 20 kilómetros por hora y a veces hasta hay que bajarse a iluminar el camino con una linterna para no caer al precipicio. Estas son solo algunas de las trabas a las que se enfrentan Delicia y Carmen para hacer su trabajo, que consiste principalmente en dotar a los campesinos y campesinas de la capacitación suficiente, en todos los ámbitos, para sobrevivir.
En Escaes trabajando todos, pero cada uno tiene su especialidad. Carmen organiza jornadas de salud y trabaja mano a mano con los curanderos, grandes conocedores de la medicina tradicional de la zona. Los ingenieros son los encargados de la capacitación técnicas de los agricultores, de la construcción de las pequeñas presas de agua para paliar la sequía. Delicia da una especial importancia a los cursos de alfabetización y empoderamiento que reciben las mujeres de la zona y que han servido para cambiar muchas de las actitudes machistas que se presentan en el área rural. Todos los proyectos surgen de las necesidades que plantean las propias comunidades y uno de los requisitos imprescindibles es que la población se comprometa a trabajar directamente en el proyecto. El lema es: o trabajamos todos o el proyecto no sale.
La Xunta de Galicia ha financiado durante los últimos cinco años todo este trabajo. La razón es clara, es uno de los proyectos más exitosos, con más recorrido y con mayor implicación de la población de todos los que actualmente se apoyan.
En el primer proyecto, Escaes empezó a promocionar las fincas agroecológicas, a capacitar a los campesinos, a apoyar negocios y los programas de microcréditos. La segunda fase se centró en paliar las deficiencias de salud, buscando planes de desarrollo de las propias familias, mejorando la seguridad alimentaria, realizando jornadas de salud en clínicas móviles y mejorando las escuelas tanto de niños como de adultos.
En el siguiente tramo se dio un paso más con la creación de microempresas, la mejora de la educación técnica agropecuaria, se crearon organizaciones de mujeres y se amplió la capacidad educativa. En la cuarta fase se continuó con la atención médica, la alfabetización, se crearon asociaciones de productores ecológicos y se generaron ferias de venta de productos locales.
En la última fase se reforzaron las capacidades organizativas y de gestión de presupuestos, se mejoró la calidad del suelo y se realizaron propuestas políticas, sociales y económicas para la zona.
Además se instalaron sistemas de agua potable, se crearon pequeñas presas apoyándose en la sabiduría popular, se rehabilitaron canales de riego y se creó un centro de interpretación ambiental.
Eulalia Véliz, beneficiara del proyecto de escuelas de alfabetización, nunca tuvo la oportunidad de estudiar. Se casó muy joven, como casi todas las mujeres de Ayabaca, y en seguida tuvo hijos. Escaes le dio la oportunidad de aprender a leer y escribir, completar sus estudios primarios y ahora tiene la ilusión de poder ir a la Universidad. Toda esta formación no solo la ha ayudado a ella, sino también a sus cuatro hijos, pues vieron en su madre un ejemplo a seguir y los cuatro han acabado sus estudios, incluso dos de ellos están en la universidad.
Otro de los logros fue la creación de la escuela ambiental rural. Miguel Ángel Rivera, uno de los profesores del centro, asegura que el colegio ha adaptado el pensum a la realidad del alumno e imparte clases prácticas en las que produce verduras y caña de azúcar ecológica.
“Queremos que los alumnos sepan que tienen oportunidades, sino pueden estudiar más allá de la secundaria, que por lo menos sean agricultores con visión, que trabajar en el campo no sea necesariamente símbolo de pobreza”, cuenta Rivera.
Los proyectos de riego y de construcción de embalses han generado un beneficio inmediato en las comunidades, ya que de poder realizar una cosecha en la época de lluvia han pasado a cosechar dos o tres veces al año. Sus vecinos, de los cerros cercanos, sorprendidos por lo verde que se veían los terrenos desde el otro lado de la montaña hicieron “una expedición de investigación”, para averiguar la razón de tanta fortuna.
“Cuando vieron que teníamos el agua canalizado y embalses nos pidieron que les ayudáramos a construirlos. La diferencia entre tener agua para regar y no tenerla es tener algo que darle de comer a tus hijos o que se mueran de hambre”, cuenta uno de los líderes locales.
Escaes no deja de lado la comunicación para el desarrollo en su proyecto. Las radios comunitarias les sirven para que las personas que viven a los dos lados de la frontera puedan comunicarse y compartir información útil para su desarrollo. Como dice Carmen Parrado, esta también es una buena herramienta para contribuir al desarrollo de los pueblos.